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¡Gracias!

0 2.022

De todas las palabras y mensajes de ánimo que hemos recibido estos días con motivo de la muerte de mi padre, creo que pocas resumen mejor lo que él ha sido como las que le dedicó la alcaldesa en el pleno extraordinario del pasado lunes, «no feia falta un pont que unira Alaquàs i Torrent, perquè Juan era el pont». Porque, si bien es normal hablar de manera elogiosa de una persona que acaba de fallecer, no es menos cierto que en nuestra familia estamos abrumados por la avalancha de sincero cariño que hemos recibido por parte de todos aquellos que han compartido con él algún momento de su vida. Todas ellas destacaban esa labor desinteresada por los demás y ese ánimo que siempre le movía por acercar posturas, «les persones estan per damunt de les sigles, Arturet», solía decirme cuando comentábamos algún pleno.

Hasta mi casa, incluso antes de que se dedicase a la política, solían llegar muchas personas -amigos, familiares o vecinos – en busca de algún tipo de ayuda que les pudiese prestar mi padre. Allí venía un vecino a que le echase una mano con la declaración de la renta, antes de que hubiese programas informáticos que simplificaban la faena; otro día era alguien que necesitaba que le ayudase con unas gestiones para viajar al extranjero para adoptar a un niño; en otra ocasión era un amigo con una situación familiar muy comprometida el que llamaba a casa a horas intempestivas y mi padre no dudaba en coger el coche e ir a socorrerle. Mi casa se convertía muchas veces en improvisado despacho donde mi padre intentaba dar respuesta a los problemas de las personas que se acercaban pidiéndole ayuda. Y siempre con la máxima evangélica del «ciento por uno» y con un principio inquebrantable: hay que mantener a la familia unida, el «clan», como él solía decir de manera irónica. Por ello, creo que estará muy contento, porque murió rodeado de los suyos: su mujer, sus hijos, sus nueras, sus hermanas y cuñados y todos sus sobrinos.

Todas las personas que hasta nosotros se han acercado para mostrarnos sus condolencias han destacado siempre su actitud de servicio ejemplar a los demás. Pocas horas antes de morir, aún quiso llamar a un compañero del ayuntamiento para interesarse por algún tema del ayuntamiento. Y es que, como bien dijo mi hermano en las palabras de agradecimiento que en nuestro nombre dijo en el pleno extraordinario, para nosotros supone un gran orgullo haber tenido un padre así, pero sobre todo, una gran responsabilidad para estar a la altura y que nuestros hijos puedan llegar a sentir, por lo menos, el mismo orgullo que sentimos todos por él.

Siempre es duro perder al marido, al padre, al hermano o al amigo. Nosotros, que somos una familia de profundas convicciones religiosas, sabemos que en estos momentos de tribulación no estamos solos, sino que Dios nos acompaña, pero no podemos dejar de dar gracias a tantas y tantas personas que se han hecho presentes a nuestro lado.

A todos, de verdad, muchas, muchas gracias.

Arturo García Gil
– el carrer major –

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