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AVA-ASAJA tacha de “utópicos y suicidas” los planes para limitar fitosanitarios sin alternativas naturales eficaces contra plagas

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Aguado: “Queriendo evitar un problema ambiental, la UE genera otro mucho peor al incentivar el abandono de tierras y la dependencia alimentaria de países terceros”


La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA) tacha de “utópicos y suicidas” los planes que maneja la Comisión Europea encaminados a limitar el uso de productos fitosanitarios mientras el sector agrario no disponga de alternativas naturales o ecológicas que resulten verdaderamente eficaces para combatir las cada vez más numerosas plagas y enfermedades que atacan a las producciones agropecuarias. 

La organización agraria denuncia, además, que las políticas verdes impuestas por las autoridades comunitarias actúan al margen, incluso en dirección opuesta, a las directrices agrarias llevadas a cabo en el resto del mundo, una circunstancia que, a juicio de AVA-ASAJA, condena al sector agrario europeo a una pérdida progresiva de competitividad tanto en el mercado global como en el propio mercado europeo donde se permite a las importaciones de países terceros el empleo de sustancias prohibidas a los agricultores comunitarios.  

Así de contundente se expresa AVA-ASAJA ante la presentación, prevista para mañana, de la estrategia ‘De la granja a la mesa’ con la cual Bruselas abre el debate sobre la necesidad de elevar aún más las exigencias ambientales a la actividad agraria ante la salida de la pandemia. Este plan forma parte del Pacto Verde europeo (Green New Deal) que pretende conseguir en 2050 una economía neutra en emisiones de CO2. 

El presidente de AVA-ASAJA, Cristóbal Aguado, asegura que “los agricultores somos los primeros interesados en contar con la agricultura más segura y sostenible pero, al competir en un mundo globalizado, esa aspiración será irrealizable si la Unión Europea intenta llevarla a cabo de forma unilateral y sin medir su impacto económico. Convertirnos en el vertedero mundial de las plagas y enfermedades vegetales introducidas desde países terceros y, al mismo tiempo, arrebatarnos las herramientas necesarias para hacerles frente, mientras el resto del mundo sí puede utilizarlas, significa condenarnos al desperdicio alimentario, a la competencia desleal y a la ruina. En lugar de soñar por su cuenta, Bruselas debería poner los pies en el suelo y buscar coincidencias con el exterior, tanto a la hora de investigar nuevos métodos de lucha como de aplicar normas recíprocas de mercado”. 

“No aprende del Covid-19”

Aguado agrega que “la Comisión Europea parece no haber aprendido nada del Covid-19. La extraordinaria recuperación ambiental experimentada durante esta pandemia ha dejado bien claro que el sector agrario, que ha seguido trabajando, no contamina como algunos venían difamando de manera demagógica y pseudocientífica.  Al contrario, el campo se ha erigido como una actividad esencial para suministrar alimentos y preservar el territorio. Por eso no se entiende que la clase política continúe empecinada en castigar a la agricultura europea con más restricciones y menos apoyos. Queriendo evitar un problema ambiental que se ha demostrado exagerado, Bruselas genera otro muchísimo peor al incentivar el abandono de tierras agrarias y la dependencia alimentaria de países terceros”.

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