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No es mandar, se trata de gobernar

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Asistimos estos días a una crisis de magnitud solo comparable a la desencadenada tras la II Guerra Mundial en Europa, tanto en su vertiente sanitaria, con miles de personas que han perdido la vida y más de 100.000 contagiados, según fuentes oficiales, así como en su vertiente económica, que ya está empezando a dejar sus efectos en gran parte de la población. Estas dramáticas crisis van a desembocar, sin ningún género de dudas, en una crisis política, dejando tras su paso un escenario político muy distinto al actual. La crisis originada por el Covid-19 va a causar una fuerte sacudida en cómo a día de hoy se entiende, o por lo menos se practica, la política.

Bajo mi punto de vista, la concepción de la toma de decisiones de carácter público, o sea, la política, versará, tras la situación excepcional que a día de hoy vivimos, sobre la centralización de importancia y relevancia en la persona, el candidato, el gobernante, perdiendo poder las formaciones políticas en pro de su factor humano. La política a gran escala recurrirá al modelo político que en el ámbito local ya se venía desarrollando, la primacía del sujeto, del político, del representante público con su flexibilidad y capacidad de adaptación sobre la rigidez y encorsetamiento que suponen los partidos políticos. ¿Quiere decir que podemos asistir a una desaparición de los partidos políticos? Sí, si nos referimos al modelo de partido político actual que se sitúa por encima del elemento humano, y no, ya que a día de hoy las formaciones políticas siguen siendo la forma más efectiva de canalizar demandas y ejercer en la cosa pública.

Vamos a un escenario donde el dirigente público romperá gran parte de los hilos que le obligaban con su partido en ciertos tópicos, ‘libertad’ que redundará en una mayor conexión con la ciudadanía y sus problemáticas, una humanización de la política frente a la prevalencia del interés del partido. Martínez-Almeida, primer edil de Madrid, puede que ya haya dado con esta clave y sea el primer político de conocimiento a nivel nacional que a día de hoy centre su acción de gobierno en esta nueva concepción.           

Pero lo que sin ninguna duda va a, ni debe, cambiar es gobernar. Porque no es lo mismo mandar, ejercicio para el que creo que todos estamos capacitados, que gobernar, donde ya la cosa se vuelve más complicada y requiere de un mínimo de capacidad y responsabilidad. Sánchez e Iglesias ansiaban gobernar, aunque en realidad lo que ansiaban era mandar. ¿Qué creían que era gobernar? ¿Dar paseos con el Falcon y en helicóptero? ¿Dedicarse a reabrir heridas ya cerradas? ¿Posar para publireportajes sobre cómo tengo amueblada la Moncloa? ¿Aplicar la técnica del avestruz ante una economía que se ralentiza a pasos agigantados? ¿Mantener el poder a toda costa, faltando al respeto a millones de españoles con tal de contentar a los que le han hecho presidente? Pues no.

Gobernar significa anteponer en todo momento los intereses del común a cualquier interés particular. Gobernar significa tomar decisiones las 24 horas del día, 365 días al año, decisiones que van a afectar directamente, en este caso, a 47 millones de personas y que en muchos momentos serán difíciles, además de tener efectos positivos y negativos sobre muchos. Gobernar supone la comisión de errores, por supuesto, porque es algo innato a la toma de decisiones, en concreto, en la toma de decisiones de carácter público.

Pero gobernar también es sinónimo de asumir responsabilidades, ser consciente de la trascendencia de los actos de uno mismo, ponderando que derechos y libertades se van a ver afectados de forma negativa frente a los que se pretenden defender o proteger. Gobernar supone ceñirse al ordenamiento jurídico y no ponerse por encima de él en ninguna situación, respetando los derechos y libertades de los ciudadanos y asumiendo las obligaciones que impone. Gobernar también admite el impulso de reformas legislativas si se comprende que el ordenamiento jurídico no es justo o adecuado, por supuesto, pero nunca saltarse el vigente por mera ideología. Tener la dirección de un gobierno es rendir cuentas constantemente a la ciudadanía, pero tener la certeza de haber actuado conforme a derecho, con responsabilidad y sentido de Estado facilita mucho las cosas.

Gobernar se facilita hablando con el resto de formaciones políticas, poniendo en común posiciones, llegando a acuerdos, rectificando errores o abandonando caminos sin salida gracias a la perspectiva y puntos de vista diferentes de otros representantes públicos. Buena muestra de ello nos está dando estos días el Alcalde de Madrid José Luís Martínez-Almeida, que desde el minuto uno ha pretendido tener a su lado a los diferentes grupos políticos que conforma el plenario madrileño, para poder encabezar una acción de gobierno correcta, desde la unidad y con el mejor resultado posible para toda la ciudadanía. Gobernar no es más que salvaguardar el interés público y el bienestar de todos y cada uno de los ciudadanos, que por eso depositan su confianza en sus representantes públicos. Nadie dijo que gobernar fuera fácil, ni lo puede ser, porque desvirtuaría tal responsabilidad.

Carlos Sáiz Carrión, Graduado en Ciencias Políticas y de la Administración Pública y Graduado en Derecho.

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