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Patones de Arriba, un enclave medieval entre Madrid y Guadalajara

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Este mes de febrero, con el invierno en todo su esplendor, nos vamos a visitar un lugar donde aprovechar al máximo el período invernal, a la sierra madrileña, al municipio de Patones de Arriba, que se sitúa muy cerca de la frontera entre las comunidades de Madrid y Castilla-La Mancha, cerca de la provincia de Guadalajara.  

Patones de Arriba, perteneciente al municipio de Patones, es un pequeño enclave medieval, encaramado a la montaña madrileña, siendo un perfecto ejemplo de la arquitectura de pizarra. Declarado Bien de Interés Cultural, Patones de Arriba es un conglomerado perfecto de construcciones en pizarra, calles empinadas y tortuosas caracterizadas por el negro de la pizarra y que da al visitante una perfecta noción de la vida en las antiguas poblaciones de montaña.

Su encanto reside en mantener en perfectas condiciones la morfología típica de los asentamientos de montaña, que muestran la dureza y dificultades de la vida en estos lugares, pero a su vez como los materiales y recursos que la naturaleza ofrece son aprovechados al máximo (agua del deshielo, pizarra, etc.)   

La llegada al pueblo se realiza por una sinuosa carretera de montaña, que lo une al municipio al que pertenece, Patones, que ya nos avanza, con su visión arriba, al fondo de la carretera, que el lugar que vamos a visitar no es lo que a diario vemos en nuestro lugar de residencia, para la mayoría. Unos metros antes de poder dejar el coche porque, obviamente, el acceso al casco histórico está totalmente prohibido en vehículo, básicamente por ser complicada la circulación por él, nos encontramos con un acueducto del Canal de Isabel II. También podemos llegar hasta este enclave dejando el coche en Patones y cogiendo una ruta senderista, aunque de esta experiencia no os puedo aconsejar, puesto que no la he realizado, si bien a la vista del recorrido no te dejará indiferente.

También podemos reservar para comer en uno de los restaurantes que hay, lo que es recomendable en fines de semana y temporada de vacaciones dada la gran afluencia de turistas, y avanzar algún metro más con el coche hasta el parking del restaurante, que también está a las afueras (por lo menos, así funcionaba cuando yo visité Patones en 2018 y no todos los restaurantes tenían su parking propio). Pero vamos, el avance son unos cuentos metros, no más.

Qué ver y hacer

¿Qué ver en Patones de Arriba? Pues todo. Todo el pueblo, que es muy pequeño y en una mañana te lo finiquitas. Paseando por sus calles podrás disfrutar del adoquinado del terreno, la pizarra, que también es el material constructivo de la mayoría de las casas de la localidad, el mejor aislante para el mantenimiento y aguante de las inclemencias de la zona. Además, el ambiente medieval de sus callejuelas, sinuosas y ligeramente en cuesta, te hará evadirte a otra época, más si amanece un día en niebla como nos pasó a nosotros.

La iglesia, situada nada más entrar en el pueblo, en la plaza, alberga la oficina de turismo, donde os pueden informar más sobre este singular pueblo. De todas formas, tiréis para donde tiréis, Patones de Arriba, no os defraudará. Es un pueblo pequeño, que en cuestión de una mañana se puede visitar, sin dejarse nada por ver. ¿Lugares de interés dentro del pueblo?, si, y muy recomendables, no dejaos ni uno.

El lavadero, en un lateral del casco urbano, es uno de los lugares que primero podemos visitar. Un enclave que nos retrotrae a cuando en las casas no había forma de lavar la ropa, cosa que yo no he vivido por lo que me la imagino, y éste en particular destaca por su arquitectura rústica. En este lugar también encontramos la cascada de un arroyo, que vierte sus aguas al lavadero, así como una zona de recreo en su alrededor para hacer la primera parada de la mañana y reponer fuerzas para seguir callejeando de arriba abajo Patones de Arriba.

Otro punto destacado del entramado del pueblo son los tinados, unos rediles que se encuentran en la otra parte del pueblo, según llegamos con el coche, y que se utilizaban para guardar y cobijar los ganados, que en su día fueron la principal fuente económica de la localidad.

Los arrenes y cercados, destinados al cultivo y tratamiento del cereal, también son construcciones típicas de Patones, cuya situación se encuentra en la misma zona del pueblo, junto a las eras, que son porciones extensas de terreno para trillar el trigo, u otros cereales. En este pueblo, la pizarra es un elemento fundamental de su paisaje, por lo que el suelo de estas eras está compuesto por grandes losas de este material.

Todo el entorno de Patones de Arriba es el escenario perfecto para practicar senderismo, dejándose llevar por los enclaves y parajes que esta zona de Madrid nos depara. Los múltiples arroyos y paredes de pizarra te envuelven en un halo de misticismo, más si cabe con niebla como cuando fuimos nosotros, y te devuelven a lugares mágicos, donde evadirte y desconectar al 100%.

Como ya iréis descubriendo más adelante, si Torrent al Día pretende seguir contando con mis colaboraciones, las infraestructuras y el patrimonio hidráulico son algo que me fascina, y tiene mucho que ver en la elección de mis viajes, por lo que siempre busco que construcciones hidráulicas hay por la zona en la que me muevo.

Fuera ya de Patones de Arriba, a unos cuantos kilómetros, siguiendo por la carretera de Patones, en dirección a El Atazar, encontraréis la Presa del Pontón de la Oliva, la primera presa hidráulica de Madrid, que dispone de un aparcamiento a la izquierda de la carretera, y que podéis visitar como lugar de interés histórico. Actualmente está en desuso y es un lugar destinado principalmente a su visita turística o deportiva, pero su construcción se remonta a mediados del siglo XIX, aunque a principios del siglo XX dejó de prestar servicio en el abastecimiento de agua para Madrid dado su escaso aprovechamiento económico. Como la mayoría de mis viajes, fue express, por lo que no pude visitar esta presa, aunque sí que me había preparado documentación para conocerla, por lo que no os puedo dar mi experiencia personal sobre el lugar.

Lo que sí visité, y en más de una ocasión con los años, es la presa del embalse de El Atazar. Muy cerca de los límites entre las provincias de Madrid y Guadalajara, lo destacable es que antes de llegar a la cabecera de este embalse, a la derecha de la carretera, se sitúa un grandioso mirador, donde puedes observar con nitidez, o no si está lloviendo y hay niebla, tanto la presa como el recorrido de las aguas de este embalse, así como deleitarte con las vistas privilegiadas a las montañas castellanas.

Dónde comer

Como nuestro viaje fue improvisado: estábamos en Madrid, nos habían regalado un coche de alquiler y éramos 6, así que buscamos algún pueblo o entorno por la Comunidad de Madrid para ver, y que no estuviera muy masificado ese día, y vimos publicidad de Patones en la estación de Atocha. Pues allí que nos fuimos, pero sin haber podido mirar ningún sitio donde comer, ni poder reservar, así que entramos en el primer sitio que nos dieron mesa: Restaurante Rey de Patones.

La comida, combinando platos contundentes de la cocina castellana e innovación en la mezcla de ingredientes, no pudo salir mejor, y eso que yo soy del pensamiento de que un sitio que tiene mesa libre cuando alrededor están todos copados algo tiene que tener negativo. Pero, en este caso, mi intuición falló, y qué bien que fallara. Salimos del restaurante bien servidos, en cantidad y en calidad, con unos platos sabrosos y en su punto perfecto de cocinado. El postre, servido en un cazo de los que utilizábamos en el pueblo para calentar la leche, fue la guinda, gigante, para acabar de reponer fuerzas, con un gusto exquisito.

El precio, acorde a una comida de primera calidad, con abundancia y muy buen servicio, además del entorno que se vislumbraba por sus ventanas, más que adecuado, aunque de primeras pueda parecer algo excesivo. No es cuestión de lo que cueste, que también, no digo yo que no, sino de su concordancia con el servicio recibido.  

Carlos Sáiz Carrión

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