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Alternativas para la movilidad urbana

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DE CÓMO SOY YO CUANDO ESTOY ENFADADO

Así es. Y es que, queridos lectores, aunque les sorprenda, un servidor también tiene días de mosqueo transitorio. Lo malo es cuando esa transitoriedad se vuelve permanente y nos convertimos, con palabras de un buen amigo, en un “güelo pudent”. Pues, bien, ahí van las pestes. Ojo, que esto no acaba aquí. Según uno va cumpliendo tacos de almanaque los mosqueos pasan de ser transitorios a crónicos. Ahí queda esa puerta abierta para futuras pataletas.

Valencia para ¿todos? los valencianos

A estas alturas y a juzgar por la foto de cabecera, hasta el menos avispado de ustedes sabrá que me voy referir a la tan trillada situación de los carriles bici. ¿Que llego tarde, dicen? “Pues es que estaba en un atasco en Valencia por culpa de los carriles estos de las bicicletas…”

Las razones para estos carriles son tan varias como variadas. Hablamos de acabar con la contaminación; también de suprimir el coche; y de hacer de Valencia una ciudad joven y dinámica; etc… Decir que me opongo a que la ciudad sea espacio de convivencia sería echar por tierra toda opinión. Mi intención no es quejarme de la creación de carriles bici. A estas alturas, uno sabe ya que el futuro de la ciudad difícilmente pasa por la circulación de vehículos en masa por el centro. Sin embargo, me quejo (porque me quejo. Mucho. Y muy fuerte.) por la manera en que se ha hecho.

Antes de restricciones, alternativas

Pretender que de la noche a la mañana miles de conductores cambien sus hábitos por mandato de los pendientes reales es, cuanto menos, absurdo. Por no hablar de peligroso. Este peligro no me lo invento yo, si no los accidentes, mortales en ocasiones, a la entrada de Valencia por la Avenida del Cid. ¿Que no son carriles bici, dicen? Ya, pero viene a reflejar la misma falta de previsión de la que hablo.

Los pendientes reales quieren que yo deje de acceder en coche a Valencia, ¿cierto? ¿Qué alternativa me dan para no hacerlo? Como la (inmensa) mayoría de ustedes, soy vecino de Torrent y, como muchos de ustedes, trabajo en Valencia. Todos los días me desplazo en moto porque es el medio más rápido que existe hoy en día para llegar a mi lugar de trabajo. Ni el metro, ni el autobús, ni el coche eléctrico. Ni siquiera mi mundialmente aclamado rocín.

¿Que el metro no te lleva desde la puerta de tu casa hasta donde trabajas? No he dicho eso tampoco. Lo que digo es que un servicio inútil. Con cada una de las letras que forman la palabra. Es caro. Ineficiente. Infrecuente. Brusco. Brusquísimo. Es hasta peligroso. Y esta vez sí puedo decirlo en primera persona. En una de las innumerables huelgas hechas con el único fin de perjudicar al ciudadano que paga el billete (porque es lo único que se consigue por parte de un colectivo que solo va a la huelga en momentos de integrísima afluencia de viajeros) ocurrió algo aterrador.

Una mini historia

Era la noche del 5 de enero, día de cabalgata en Valencia con miles padres e hijos viendo la llegada de SS.MM. Los Reyes Magos. Acabada ya la cabalgata, mis padres y yo fuimos a la estación del metro de Colón. Ese día su responsable era una mujer con el número de empleado 1298. En huelga como estaban los señores del metro, no pasaban trenes. Siendo una noche con tanta gente, el andén pronto empezó a llenarse. Los minutos pasaban y más personas, con carritos, niños pequeños, gente mayor (como mis padres) bajaban en manadas al andén. La situación era tensa hasta el punto de decidir, por seguridad, abandonar la estación.

Al subir arriba, mi padre y yo hablamos con el responsable de seguridad que nos remitió a la empleada con número 1298 para alertar del peligro y que no bajara nadie más por posibles caídas a las vías. Ante la respuesta de «Aún cabe más gente», le preguntamos que dónde pensaba que iban a desembarcar quienes fueran en los trenes. «Aún caben más». Pues olé!

¿Y bien?

Y bien que, a día de hoy, Valencia no puede permitirse perder carriles de coche con la esperanza de que ya cambiarán los hábitos. Quienes vivimos fuera, la mayoría de los coches circulando por la ciudad, nos vemos en la necesidad de usar nuestro vehículo ante la falta de alternativas fiables. Mejórenlo antes y verán como nadie tiene necesidad de ir en coche. Ah! y mejorarlo quiere decir más frecuencia y seguridad. No que pongan carteles en valenciano diciendo que pagues y no sé qué. Enseñar a los conductores a no dar frenazos bruscos sería también de agradecer.

Quien pueda pensar que escribo esto en vísperas de elecciones es que me conoce más bien poco. Además, vivo en Torrent, no voy a votar en Valencia.

Por último, no diré que las obras se hayan adjudicado a las malas, pero quien seguro se está forrando es la empresa que fabrica las vallas para Bertolín. En Manuel Candela no se ve otra cosa que esas vallas.

José Ángel Baviera

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