El debate y lo lícito o no del planteamiento inicial no se articula tanto a partir de la indignación o la pena ante la pérdida de un mayor y en qué condiciones sino en cómo éstos afrontan su situación en primera persona. Por otro lado, los artífices se acercan con este título a la definición más o menos canónica y ancestral de la comedia como género realista en la que los protagonistas son sometidos a las dificultades planteadas por el día a día.
Rechazando cualquier respuesta unidireccional, resulta muy interesante asistir al cambio o posicionamiento de cada uno en función de si el enfermo es él o su pareja y, por tanto, de la responsabilidad que la decisión conlleva. Por momentos vendrá a la memoria del espectador el personaje de Anne (Emmanuelle Riva) en Amor (Amour, Michael Haneke. 2012), en el sentido en que se priorizará en el interés del afectado por encima de la responsabilidad hacia los demás. El mensaje “yo sufro, yo decido” resulta muy potente.
La fiesta de despedida (The Farewell Party) se diferencia del resto de películas con temática similar en la voluntad de localizar el humor negro en zonas difíciles (consiguiéndolo sólo en algunos momentos). Con sensibilidad suficiente para no caer en la trampa de la caricatura o el humor grueso, nunca habrá atisbo de burla hacia la degradación física o moral de los personajes principales.
Para terminar, destacamos el éxito de la elección de dejar de lado religión y política, adoptando una perspectiva humanista sobre el derecho o no a morir y la aceptación del proceso de separación entre seres queridos o, incluso, de uno mismo.