Las Majadas, emergida entre piedras

Carlos Sáiz Carrión. Después de un parón de artículos, debido más que nada a vagancia y perrería, retornamos con nuestra ruta de Lugares Cercanos. En esta ocasión, mi recomendación es el pequeño municipio de Las Majadas, situado en la Serranía de Cuenca a unos escasos 40km de la capital conquense. Conozco esta localidad desde hace ya algunos años y es para mí parada obligatoria siempre que estoy por la sierra. Y con Cuenca y su provincia hemos topado, amigos míos, ya tardaba yo en hablar sobre ella.

Los que me conocen saben que Cuenca es mi debilidad, tengo la mitad de mis raíces en la provincia, y siempre que puedo me escapo a recorrerla, sin miramientos y sin tiempo suficiente nunca. De esta forma quedáis avisados que mis artículos sobre lugares de Cuenca nunca serán objetivos y tendrán siempre un ápice sentimental, aunque ya dejé claro al principio que mis textos son basados completamente en mis opiniones, por lo que lo único que no encontrareis en ellos es objetividad.  

Pues bien, Las Majadas es un pueblo de alta montaña, que se encuentra a 1.400 m.s.n.m. y rodeado por las formaciones kársticas de roca caliza típicas de la Serranía de Cuenca, que tiene como su máximo exponente la Ciudad Encantada. Cualquier época del año es buena para dejarse caer por Las Majadas, en verano por su agradable temperatura lejana del calor de las ciudades, pero, si me lo permitís, como cualquier zona de montaña, el momento perfecto para conocerla es en la época invernal. Y si coincidís con una buena nevada, mejor que mejor.

Aunque cuenta con escasos 250 habitantes, su recogimiento y situación entre montañas la hace ser una de las joyas de la sierra conquense. O por lo menos, para mí lo es. Hace ya algún tiempo que su entorno y su núcleo urbano me enamoraron. También es de imaginar las dificultades y durezas a las que el invierno somete a sus habitantes, añadiéndose las vicisitudes de estar en la llamada ‘Laponia Española’, o más recientemente, ‘España Vaciada’. Pero hay reside el encanto y el valor de estos pueblecitos de nuestro interior peninsular.

El acceso al pueblo, según el origen, se realiza por dos carreteras, ambas conocidas suficientemente por mí: la principal, que la conecta con Cuenca, a través de Villalba de la Sierra y la carretera de El Hosquillo, que lo une con Poyatos o con la carretera de la sierra, aproximadamente a la altura de Vega del Codorno y el Nacimiento del Río Cuervo. Ambas tienen su encanto, con paisajes inolvidables y la presencia de animales en libertad muy a menudo, pero la principal reúne mejores condiciones de calzada y un mantenimiento adecuado, además de estar incluida en los dispositivos de vialidad invernal, algo fundamental para las conexiones por carretera en estas zonas. La carretera de El Hosquillo, yo la he recorrido desde su cruce con la CM-2105, carretera de la sierra, a la altura de Vega del Codorno y se encuentra en un estado de casi abandono, con tramos estrechos y muchos desprendimientos, aunque vale la pena recorrerla, con tranquilidad, eso sí.

Obviamente, como pueblo pequeño que es, la oferta hostelera y de alojamiento es muy limitada, por lo que, en épocas de alta afluencia turística, como Semana Santa, verano o temporada de nieves, es fundamental reservar para no quedarse colgado y tener que recorrer el camino de vuelta hasta Cuenca, donde la oferta es suficiente. Las calles son en muchos casos estrechas, ocupadas casi en su totalidad por los vehículos de los habitantes, por lo que es recomendable dejar el coche antes de entrar, como en el solar que hay a las puertas del Restaurante El Cerrillo o a la altura en la entrada de la Plaza Mayor y de la C/ Atanasio Lasso.   

Qué ver y hacer

Obviamente os voy a recomendar que paseéis por las sinuosas calles del núcleo urbano, que no lleva mucho tiempo y nunca está de más, para poder ver su entramado anárquico de callejones y callejuelas que, cuando caen las nevadas, se convierten en verdaderos graneros de nieve, que quedan impolutas por el trabajo de pala de los vecinos en tiempo record.

Dentro del casco urbano podemos destacar la Iglesia Parroquial, que data del siglo XVI, y que se sitúa en una pequeña pero encantadora plaza, donde da su entrada porticada. Aunque nunca he podido entrar en ella, sólo al pórtico de la entrada, llama la atención su volumen en relación al pueblo, además de haberse conservado con el paso de los siglos, cosa que no pueden decir otros pueblos.

La arquitectura que predomina en toda la localidad son las fachadas de piedra con artesonados de madera, siendo también las casas de gran envergadura el estilo mayoritario en sus calles, quitando pequeñas casas más antiguas y humildes que también las hay.

Pero es el entorno de Las Majadas el que llama la atención y atrae a los turistas, que pretenden deleitarse con los encantos que la naturaleza en estado puro ofrece en esta localidad serrana. Llegando por cualquiera de las dos carreteras de entrada al pueblo puedes contemplar la belleza del paisaje, que combina el verde de árboles y vegetación con las formaciones rocosas típicas de esta zona de España. En cualquier apartadero de la carretera, donde se pueda parar con seguridad, es recomendable hacer un alto en el camino para observar las vistas de espectáculo que ofrece la inmensidad de la Serranía de Cuenca.

Es de justicia destacar que, todos los parajes y escenas que nos brinda la naturaleza en Las Majadas tienen un toque más bello en invierno, cuando las nieves cubren todo, incluso las carreteras y caminos, aunque las primeras suelen quedar despejadas en poco tiempo por los servicios de carreteras provinciales. Para poder disfrutar de estas estampas lo mejor es informarse previamente sobre el estado de la vialidad y, sobre todo, no conducir si no estás totalmente seguro de poder manejar perfectamente el vehículo. Siempre podemos coger un taxi o transporte de la zona que sepa moverse en esas circunstancias. Ante todo, cuidado. 

A lo largo de las carreteras y de los caminos que envuelven el término municipal de Las Majadas se pueden observar animales en libertad, como ganado ovino o caballos, que transitan y se alimentan a sus anchas por los interminables pastos de la zona. Muchas veces te verás obligado a parar hasta que te permitan pasar las vacas o los caballos, cosa que harán con su característica parsimonia, una situación que me he encontrado casi la totalidad de veces que me he pasado por Las Majadas.  

Cogiendo la pista asfaltada de Las Majadas a Uña, a escasos kilómetros de salir del pueblo, nos encontramos con Los Callejones, la ciudad encantada de Las Majadas, mi Ciudad Encantada predilecta. Y no es que tenga nada contra la Ciudad Encantada, para nada, todo lo contrario, es que, para mí, Los Callejones de Las Majadas son Los Callejones de Las Majadas, y he pasado alguna que otra tarde a la sombra de sus figuras rocosas, en familia, imaginando infinidad de figuras con sus contornos.

Los Callejones de Las Majadas es un paraje donde el agua, los años y la erosión han hecho sobre la roca caliza magia, formando diferentes figuras y esculturas, que dejan al viajero lugar a la imaginación para definir que ser, objeto o cosa perciben sus ojos. También podemos observar diversas simas, depresiones de tierra, que se sitúan junto al camino de llegada a este paraje. El bosque y las diferentes formaciones rocosas hacen de él un paraje único donde poder descansar a la fresca sombra que producen. Si me permitís una recomendación, mi lugar preferido es el congosto donde una inmensa piedra ha quedado encajada entre ambas paredes de piedra. Os dejo una foto para reforzar mi recomendación.        

Siguiendo la carretera de Los Callejones de Las Majadas, sale un camino de tierra a la derecha, dirección Uña, justo al otro lado de unos corrales, indicado con cartel, que lleva a otro de los enclaves destacados de esta población: Los Miradores, el Mirador del Tío Cogote. ¿Y qué tiene de especial este lugar? Su situación privilegiada para observar con la infinidad de la Serranía de Cuenca. De aquí podréis sacar fotos sobre el abismo con las que presumir a vuestra vuelta a la ciudad, os lo garantizo.

Aunque el camino de tierra nos obliga a ir con mucho cuidado y a muy baja velocidad, dada la cantidad de hoyos y rebajes en la pista, si vamos en coche, el trozo vale la pena. De todas formas, hacer el camino de 1km a pie nunca está de más. Llegados a las vallas delimitadoras de madera, que no debemos nunca sobrepasar…, nos encontramos con una caída de centenares de metros al abismo de los pinares y arroyos de esta tierra. La paz y tranquilidad que este espacio transmite no la podemos disfrutar todos los días, incluso me atrevería a decir que es una sensación que gozaremos contadas ocasiones en nuestra vida.

Si disfrutamos al máximo de este paraje, en silencio, aprovechando todas las vistas que nos ofrece, los bosques, animales, el puente de Riofrío, sin hacer excesivo ruido, a los pocos minutos podremos ver sobre nuestras cabezas el vuelo majestuoso de aves rapaces, que poco a poco van acercando su recorrido a nuestra situación, sin correr peligro alguno en ningún momento, eso sí. El silbido de su vuelo es otra de las sensaciones irrepetibles que este monumento natural nos otorga.   

Otros enclaves de Las Majadas que son mi asignatura pendiente son el Parque Cinegético El Hosquillo y la cascada que forma el nacimiento del río Trabaque, dos lugares de los que tengo muy buenas reseñas y recomendaciones, pero que todavía, que Dios me perdone, aún no he visitado. Y, como es tradición en mí, no voy a hablar de sitios que no conozco.

El Hosquillo, visita que he organizado en diferentes ocasiones y se ha quedado en agua de borrajas, permite observar diferentes animales de la Península Ibérica en libertad, como osos. Para esta visita hay que reservar a través de la web de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha.

La cascada que forma el nacimiento del río Trabaque, de la que tengo menos referencias, me ha entrado por los ojos al ver las fotografías en redes sociales y espero poder conocerla de primera mano lo antes posible.

Pero lo dicho, cualquier rincón y apartadero que observéis en la carretera será un lugar perfecto para disfrutar de los encantos que Las Majadas ofrecen al visitante.      

Dónde comer

Y aquí viene lo que más me duele de Las Majadas, dónde comer. En Las Majadas, tenía un santuario gastronómico, cuya visita veraniega esperaba durante todo el año antaño y que, para mí, para mi familia, era como nuestra casa en Las Majadas. El Restaurante El Cerrillo, el Tote, un templo de la comida casera, bien hecha, en cantidad y con unos sabores que te dejaban al borde del éxtasis. Ay el Tote, mi Tote que, lamentablemente, a día de hoy está cerrado. Aunque me consuela saber que tengo a mi familia del Tote en sus nuevos alojamientos turísticos en el pueblo, de los que luego hablaré.

El Cerrillo te ofrecía los mejores platos cinegéticos y tradicionales: ciervo, gamo, jabalí, un pisto de muerte, morteruelo, ajo arriero, oreja… y paro que me emociono. Todo ello con un trato de primera por parte de la familia de Marisol y el Tote, que con su carácter único cautivaban a todo el que entraba por la puerta de su restaurante. Mítica era también su piña del terreno, con la que el Tote se quedaba con todo el mundo que se atrevía a pedirla. Mi postre fetiche, el pudding. Casero, de Marisol, delicioso.

El cierre de El Cerrillo nos ha dejado huérfanos a los amantes del buen comer, del bar-restaurante de toda la vida, del trato cercano y los platos caseros, que no dejaban espacio a la duda de comerlos o no, que te hacen salir del restaurante con una sonrisa en la boca y la panza llena.

Entonces, ¿qué hacemos para comer?, pues de la oferta hostelera que tiene Las Majadas, yo conozco, he comido, en Casa Raquel y en el Restaurante Los Callejones, pero este último no se con seguridad si sigue abierto. Casa Raquel tiene buena cocina y casera, con platos abundantes, pero cualquier sitio que elijáis, bien estará, porque también será mala suerte ir a la provincia de Cuenca y comer mal (aunque he de reconocer que, a mí, una vez si me pasó).

Dónde dormir    

Como he comentado antes, la familia del Restaurante El Cerrillo, construyó hace unos años un complejo de alojamientos turísticos a la entrada del pueblo, El Hosquillo Alojamiento Rural; no he tenido el gusto de alojarme en estas casas, pero, viendo las instalaciones y conociendo al Tote y su familia estoy seguro que la estancia será inolvidable.

También entramos, hace años, en unas casas rurales de madera, La Utrera que tenían muy buena pinta y encajaban a la perfección con el entorno, acogedoras y muy pintorescas. Veo por el Google Maps que existen otros alojamientos y casas rurales en el pueblo, pero como no los conozco, no puedo emitir mi juicio sobre ellas.       

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