Una vez más, la izquierda recurre a lo único que parece saber hacer cuando se queda sin argumentos: el escrache. Esta vez, y emulando a Grezzi una vez más, el protagonista ha sido un viejo conocido de la política local, Fernando Samper, ahora cargo de Podemos en Torrent, pero con pasado en el PSOE como exsecretario general de Juventudes Socialistas. Ayer encabezó una protesta de media docena de personas con tintes de espectáculo frente al metro Torrent Avenida cuando Mazón junto a los medios de comunicación a subirse a un metro en pruebas hacia Paiporta, un acto con escasa asistencia que desde ciertos medios se ha querido inflar artificialmente y tildar de vecinos cuando llevaban sus camisetas de Podemos.
Porque eso es lo preocupante: que la maquinaria mediática satélite y sincronizada del PSOE —esa que ellos mismos alimentan y gestionan— se preste a amplificar un episodio irrelevante en términos ciudadanos, pero útil para el relato que necesita una izquierda desnortada. La protesta, que apenas reunió a cinco personas, no fue una muestra de indignación popular, sino un acto de propaganda entre políticos. No eran ciudadanos normales ejerciendo su derecho a manifestarse: eran políticos escracheando a otros políticos.
Llama la atención el momento elegido. Justo cuando el PSOE atraviesa una de sus etapas más delicadas, se intenta desviar la atención con gestos teatrales que no engañan a nadie. El guion es conocido: generar tensión, victimizarse después, y proyectar sobre los demás el ruido que ellos mismos provocan.
Pero la ciudadanía no es ingenua. Ya no cuela. Los escraches, por muy disfrazados de “movilización” que los quieran pintar, son una herramienta de presión ilegítima que deslegitima al que los practica. Son síntoma de debilidad, no de fuerza.
La democracia se defiende con ideas, con propuestas y con respeto a las instituciones. Y quienes no tienen nada de eso, terminan recurriendo a lo único que les queda: el grito, el insulto y el escrache. Como siempre.